LUNES SANTO, JESÚS ANUNCIA SU PASIÓN
Queridos hermanos: ayer celebramos la entrada triunfal de
Jesús en Jerusalén. Ojalá realmente hayamos entrado con Él en la ciudad santa y
en estos días podamos prepararnos para vivir intensamente junto a Jesús su pasión,
muerte y resurrección.
Leamos los pasajes del evangelio relativos a la Pasión,
oremos intensamente, contemplemos a Jesús en su entrega máxima, y tratemos de
corresponder a su amor con nuestros pequeños actos de cada día.
Oración para hoy lunes
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza
y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo. Que
vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura del Evangelio según Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde
estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron
allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la
mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro,
ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del
olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había
de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y
se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres,
sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en
ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque
pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis.» Gran
número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino
también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos
sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos
judíos se les iban y creían en Jesús.
Reflexión
Con este Evangelio, la liturgia nos avisa que estamos
entrando en los días capitales de la vida y misión de Jesucristo, él mismo
también lo sabe y nos lo hace saber: “ella tenía reservado este perfume para el
día de mi sepultura –dice el Señor-… a mí no me tendrán siempre con ustedes”.
Ante esta situación crítica, Judas Iscariote muestra lo peor
de sí, el cálculo interesado. Mezquino y egoísta, Judas está preocupado por la
alcancía. Te equivocas Judas, te equivocas. Cuando hay un hermano sufriendo,
cuando un hermano va a la Cruz, cuando un hermano está en situación de muerte:
hay que romper la alcancía, hay que suspender los cálculos, hay que acabar con
las cuentas… Hay que hacer como María de Betania, hay que darle rienda suelta a
la caricia, al derroche de amor, a la compasión. ¡Ay de nosotros, si delante de
un hermano crucificado sacamos la calculadora y archivamos el amor!
En este sentido, ante el gesto de cariño y cercanía de
María, no podemos menos que dejarnos interpelar y preguntarnos cada uno de nosotros:
¿cuál será hoy nuestro gesto de amor con el Señor? ¿qué caricia vamos a
ensayar en esta semana Santa con él? ¿cuál será el signo con que vamos a
manifestarle nuestra compañía, nuestro cariño, nuestra compasión?
Jesús mismo nos avisa dónde nos espera hoy: en los pobres.
Jesús ha elegido permanecer para siempre en ellos, por eso les dice a los
discípulos que, si bien ayer el gesto era para con él, hoy nuestros gestos de
amor deben ser para con los pobres, que estarán siempre a nuestro lado, como
presencia viva del Cristo Crucificado. ¿Queremos acompañar al Señor en esta
semana Santa? ¿Queremos acariciar al Señor en su hora de crucifixión? ¿Queremos
tener gestos de amor ante la pasión de nuestro Dios? Vayamos entonces al
encuentro del pobre, allí habita Cristo Crucificado, Cristo roto, Cristo solo,
Cristo olvidado, Cristo negado…
Como María de Betania no perdamos la ocasión de ocuparnos en
estos días de aquél que quiso ocuparse la vida entera de nosotros. La invitación,
entonces, en esta semana Santa es a tener un gesto de cariño importante con
Cristo, esto es, con el pobre y el necesitado, el que está enfermo o vive en
soledad. Porque es Cristo Crucificado.
Ojalá haya siempre, al lado de cada crucificado, uno de
nosotros, un cristiano capaz de sufrir junto al otro, un cristiano capaz de
acompañar al otro en su dolor, en su desprotección, en su vulnerabilidad, en su
agonía… y en su Cruz. ¡Que así sea!
En la oración de hoy pongamos todo lo que nos aflige, y
pidamos porque esta situación que vivimos como sociedad producto del
coronavirus pronto vuelva a la normalidad. Nos unimos como familia
vicentina y pedimos por cada uno de los miembros de nuestra comunidad educativa,
por sus familiares y por sus intenciones.
*Rezamos un Padre y un Ave María.
Oración final
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? (Sal 26)
San Vicente de Paúl,
Ruega por nosotros.